Hace una semana salió el último dato del Índice de Precios al Consumo (IPC), un indicador que nos permite conocer la evolución de los precios en nuestra economía, elaborado y publicado por el Instituto Nacional de Estadística. Este dato está expresado en números índice, como bien dice su nombre. Eso quiere decir que es un valor el cual está expresado en términos de otro, el cual definimos como "base". Este dato "base" adopta mediante un cálculo fácil el valor 100. A partir de ahí, el resto de datos se calculan en función de su valor expresado en términos del dato base (100). Como ejemplo para que sea más fácil (Tabla 1): Imaginemos que tenemos las notas medias del curso de una clase de 10 alumnos de un instituto y queremos mostrarlas en forma de índice. Para ello, seleccionamos un valor, el cual deberá ser representativo de ese grupo de datos. Por ejemplo, nuestro dato base podría ser la nota media total de dicha clase, por lo que procedemos a calcularla (una simple media aritmética). Una vez hecho eso, convertimos ese dato base en índice, lo cual se hace dividiendo ese dato por sí mismo y multiplicando por 100. Como es obvio, el resultado va a ser 100, pero ese mismo cálculo lo hacemos con los demás valores (dividimos entre el dato base y lo multiplicamos por 100) para que nos muestre los índices de los demás. Al hacerlo, ya hemos construido nuestro índice. Quizá el ejemplo no es muy útil pero el cálculo era muy simple y fácil de entender. El sentido de los números índice radica en que muchas veces tenemos datos muy grandes, la medida en valores nominales es complicada, o sencillamente queremos comprobar su significado original, es decir, el valor de los datos en términos de otro más importante o central. Un índice se podría entender de la siguiente manera en otro ejemplo: Si tenemos una tabla de números índice y uno de ellos vale 50, quiere decir que ese dato vale la mitad que nuestra base. Si dicho índice correspondiera a una empresa y fueran los salarios de sus trabajadores los representados en esa tabla, quiere decir que uno cobra la mitad que el salario colocado como base, el cual podría ser el salario medio pagado por dicha empresa.
Además, los números índice pueden aplicarse en el
terreno temporal, el cual es en el
que se expresa el IPC. En concreto este índice nos da una especie de precio genérico ponderado por muchos
productos, los cuales conforman la cesta
de productos representativos de la demanda
de bienes y servicios de España cada mes. Cuando hablamos de series de
números índice temporales, lo que nos interesa es la evolución entre dos o más periodos de esa variable. Para poder
evaluar los precios, se nos presenta un problema antes nombrado, y es la dificultad para poder medirlos en valores
nominales (en euros, por ejemplo), ya que son muchos productos los que
conforman ese IPC, por lo que no sería
representativo escoger un precio
medio. Por ello, se utilizan los números índice y ahora que sabemos cómo se
calculan y lo que miden, nos vamos a centrar en el IPC para conocer su significado. Los bienes y servicios
utilizados en la construcción del IPC son
siempre los mismos, a menos que se cambie
la metodología, lo cual debe ser previamente informado. Por ejemplo, este
año el INE ha cambiado la metodología del IPC al cambiar el año base. Desde este primer dato de enero de
2017, se utiliza el año 2016 como
nuevo año base del índice. Cuando se consigue toda la información
necesaria, cuyo proceso de obtención podéis ver aquí, se pasa
al cálculo del número índice de dicho periodo. Ahora que sabemos un poco más de
nuestro IPC, pasemos a ver los datos.
Este gráfico de barras nos muestra la evolución
en números índice del IPC desde 2003
hasta 2017, tomando el dato de enero como dato anual
mientras no tengamos más de este año para ir elaborando el promedio. Como
podemos observar, los precios
(hablamos de ellos en términos generales, a pesar de que hay diversos
sectores que son motores principales del descenso o aumento del nivel
general) tuvieron un aumento continuado entre
los años 2002 y 2012. Cuando se
produce esta situación típica de economías
en expansión, donde los precios suben periodo tras periodo, la
llamamos inflación o periodo
con tendencia inflacionista.
Este aumento se produce igualmente en los primeros años de crisis, donde aún
muchos vivían en un mundo paralelo. Cuando una burbuja explota, no cambia drásticamente el panorama
económico en términos de precios, sino que poco a poco la inflación (como ahora
veremos) se va reduciendo (desinflación), llegando a un periodo en
el que la falta de demanda por la crisis puede llegar a hacer que los
precios no solo no suban o se mantengan, sino que bajen. Ese proceso es conocido
como deflación o periodo con tendencia deflacionista, y es lo
contrario a la inflación. Esto no quiere decir que la inflación aparezca
exclusivamente en periodos de expansión, ya que la historia y la actualidad nos
demuestra que, a pesar de no haber un periodo de
creciente demanda de consumo, los precios pueden subir. Este fenómeno
daría para muchas líneas, pero me centraré en la actualidad para
explicarlo brevemente. En el Gráfico
2 muestro la variación de precios anual para observar la
inflación aparecida entre 2003 y 2012, tras la cual hay
un periodo deflacionista, el cual se ha visto cortado de raíz por este nuevo dato
de enero, que pasaré a explicar ahora.
El cambio radical de este último dato
de enero es visible a los ojos de cualquiera, pero lo realmente importante siempre
está en los detalles. Si observamos los datos (Gráfico 1), vemos que el índice alcanzado es un 101,5, el
cual significa un aumento del 3% respecto
del dato de enero del 2016, y una caída del 0,5% respecto de diciembre de 2016, lo que
es una caída muy pequeña en comparación con lo que estamos
acostumbrados a ver (la caída de diciembre a enero era la más alta de todo el
año desde 2013) ya que tuvo una caída
media del 1,3% entre 2010 y 2016. Estos comportamientos tan inusuales
en el IPC no son una coincidencia, ni una señal de inflación permanente,
lo cual es un objetivo del BCE desde hace mucho tiempo. Siempre se ha defendido
que un crecimiento económico podía
estar acompañado de inflación si
esta se encontraba en torno al 2%.
Esa inflación sería controlada debido a que los precios subirían al
tiempo que lo hace la economía, por lo que sería sostenible. En cambio,
este 3% no habla de esa inflación surgida del crecimiento económico, sino más
bien de causas que, según el Instituto Nacional de Estadística, surgen de eventos puntuales o exteriores, y
que no hablan de nuestro crecimiento económico. Si nos fijamos en la nota
de prensa del INE publicada en relación a los nuevos datos del IPC, a la cual
podéis acceder en este enlace, vemos que las
causas de tan repentino e inesperado aumento de los precios se deben a dos
principales factores:
·
Vivienda: Esta
subida es, según el INE, "debida en su mayor parte a la subida de los
precios de la electricidad, frente a la bajada que experimentaron en
2016". Hay que recalcar que la variación total en este concepto es
del 7,4%.
·
Transporte: En este
caso este aumento es provocado, y aprovecho para volver a citar al INE, "casi
en su totalidad por el incremento de los precios de los carburantes este mes,
frente a la bajada en enero de 2016". De nuevo, cambio de tendencia
que en este caso es del 7,6% en este concepto.
Y esto no acaba
aquí ya que, como pueden ver en el Gráfico
3, otras partidas también han aumentado. El aumento de los precios
de la alimentación, provocado
principalmente por las hortalizas y el pescado y la ola de frío que devastó buena parte de la producción y produjo
un exceso de demanda en sus respectivos mercados. Los aumentos en los
precios del alcohol y
el tabaco fueron provocados, como casi siempre, por un aumento de los impuestos llevado a
cabo por el gobierno antes de terminar el año. En definitiva, son aumentos
cuyo motor principal no se
basan en el crecimiento económico, ni mucho menos en el aumento de la
demanda. A pesar de ello, no quiero decir que no haya habido aumentos
procedentes del aumento de esa demanda comprensibles debido a su naturaleza.
Más abajo, en la Tabla 2, les
adjunto los datos de los subíndices de
los que está compuesto el IPC General, junto
con la subclase o tipo de bien
al lado suyo, cuyo precio ha aumentado más dentro de la misma, incluyendo los
citados previamente. Además, aquí pueden
consultar el resto de datos por si están interesados en verlos.
Como valoración
personal, considero que nuestra economía sigue manteniéndose en un estado neutro en el que ni hay demanda
suficiente para generar inflación ni estamos en el fondo del agujero para que
los precios bajen. Más bien diría que estamos en una especie de estancamiento, donde los precios se han
estabilizado. Esta afirmación se sustenta viendo dos tendencias de variables muy importantes dentro del crecimiento
económico (Gráfico 4):
La primera, la tasa de variación anual
de nuestros ocupados, la cual podemos ver en la EPA, elaborada por el INE. En ella vemos signos de
desaceleración en la creación de empleo. También es posible observar dicha
tendencia en la Contabilidad Nacional elaborada también por el INE, donde nuestro
PIB ha perdido el impulso que suelen
tener las economías en expansión. Observando todo lo mencionado anteriormente,
el aumento de precios no se corresponde con un mayor crecimiento económico. Es
más, si comparamos dichas variables (Gráfico
5), el resultado es inaudito: Al tiempo que España empieza a presentar
signos de crecimiento, los precios continúan su senda hacia las tasas negativas
y comienza la deflación; y ahora que el crecimiento económico parece tocar
techo en valores relativos, es cuando suben los precios.
En mi opinión, este no es el
crecimiento que nos prometieron. La economía española parece estar esperando
algún impulso externo que nos devuelva donde estábamos. La mayor pena de todas
es que ese punto queda cada vez más lejos en la memoria de algunos, y si
queremos volver a él (esta vez de forma real y sin chapuzas), debemos hacer
cambios estructurales y ser mucho más competitivos de cara a la Unión Europea.
Apostar por otras políticas que incentiven el empleo y vuelvan a impulsar
nuestra demanda, revertir nuestra dependencia energética y cortar el grifo de
la fuga de cerebros pueden ser las principales alternativas que se le presentan
a España en los próximos años.
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