Realmente no sé cómo voy a titular esta entrada, aunque sí
sé de lo que quiero hablar. Últimamente hay debates en los círculos más
cerrados, donde cada vez más por desgracia, se tiene cierto recelo a compartir
opiniones diversas manteniendo un tono educado y dando argumentos que sostengan
nuestro punto de vista. Desde hace un tiempo, se da la tendencia, como estoy
haciendo yo ahora mismo, de dar nuestro punto de vista en un espacio más o
menos íntimo, sin necesidad de debatir en el momento y sin miedo a la respuesta
de cualquier anónimo. Esto ha conseguido dos cosas: primero y como buena
noticia, que en estos temas se incluya a mucha más gente interesada en el
término; y segundo y no tan buena, que se ha desperdiciado y desperdicia mucha
tinta en cuestiones que podrían calificarse como secundarias pero que, sin
embargo, ocupan la primera fila en las preocupaciones de la opinión pública.
Este problema alcanza a muchos ámbitos de la sociedad, además de a la economía
y a la política, aunque serán estos en los que me pararé a analizar.
Por un lado, la economía ha perdido en mi humilde opinión
ese tono serio que le podía caracterizar años pasados. Si la crisis ha
conseguido acercar el debate económico a la sociedad, tengo que decir que por
lo general lo ha hecho de la peor manera posible, me explico. Ante tantos
problemas a nivel nacional e internacional, usando la lógica cabría esperar que
la opinión pública tratase estos temas con seriedad y delicadeza, tratando de
ofrecer una visión objetiva de la situación y dejando al lector libre para que
él valore cuál es su punto de vista. En cambio, lo único que vemos son
conflictos de intereses entre los medios de comunicación ante el trato hacia
diferentes noticias. A pesar de que la subjetividad es algo que es inevitable si
hablamos de valorar la información que nos llega, lo que se ha convertido en
inevitable para algunos es ofrecer una versión subjetiva de los hechos evitando
que la opinión pública pueda valorar de la misma manera la información. Todo ello
ha hecho del debate general una continua lucha por ver quién grita más alto y
quién pega más fuerte. En eso se han convertido los debates económicos, incluso
de auténticos “especialistas” en el término. Todo por dar el último golpe, todo
por un eslogan, todo a cambio de que un puñado de personas sin conciencia ni
capacidad de contraste te alaben por tus grandiosos dogmas.
Y es que la vida está llena de dogmas inútiles que se
desvanecen con el paso del tiempo, porque si de algo está llena la historia, es
de lecciones para aprender que no todo vale siempre. Todos nos equivocamos,
todos cometemos errores y no reconocerlo demuestra un gran narcisismo por
nuestra parte y una gran carencia de argumentos a la hora de debatir. Estas dos
sensaciones son las que personalmente me transmiten la mayoría de debates de
índole económica que veo a menudo. Pero si en un debate estas sensaciones
afloran durante los primeros minutos, no se imaginan cuando se trata de una
conferencia donde el ponente muestra sus dotes de persuasión como un pavo real
intentando atraer a una hembra para poder reproducirse. Las veo entre varios
teóricos y me pregunto qué pensarían los grandes pensadores modernos,
acostumbrados a grandes batallas dialécticas por convencer a los gobiernos a
adoptar una medida u otra mostrando sólidos datos de su eficiencia. Es
necesario decir que nuestro nivel frente a este suceso es inferior frente al de
teóricos internacionales. En España lo que ya es el pan de cada día es hablar
de Podemos y el comunismo que nos va a matar a todos a base de martillazos o
que el Partido Popular no para de robar y tampoco puede gobernar. Y es en este
punto donde los debates políticos manchan los debates económicos. Adiós a
intentar acercar posturas en base a los programas electorales, a anteponer las
virtudes de nuestro proyecto en vez de manchar con demagogia y mentiras las
virtudes del contrario, a intentar acercar a la sociedad las posturas tan
diferentes que existen de cómo solucionar el enorme problema que tiene nuestro
país, etc.… La pregunta que uno debería hacerse es: ¿Por qué? Aunque la
respuesta podría ser “Porque formamos parte del problema”, tiene un desarrollo
un poco más complejo. Si algo tienen las etapas de crecimiento como la que
vivió España antes de la crisis es que la población vive alejada de toda
realidad macroeconómica que se ofrezca a revelar que las cosas no se están
haciendo bien. Además, nuestra cultura y acercamiento a los debates políticos y
sociales es mínima, ya que hemos vivido muchísimos años en un bipartidismo
donde lo único que había eran malas palabras durante 4 años de legislatura y un
debate antes de las elecciones. Estas dos circunstancias permiten afirmar que
España en conjunto no sabe lo que es debatir, ni mucho menos aceptar errores. A
este alejamiento (aunque nunca se acercó) de los problemas que realmente atañan
a los ciudadanos, cuyos debates ni siquiera se realizaban, se le suma la
diversidad política que existe actualmente. Esto permite que personas sin
ninguna intención de debatir y su narcisismo asomando por fuera del cuello de
la camisa, sean capaces de mostrar dogmas a la sociedad y que algunos de esos
ciudadanos se lo crean por carecer de capacidad de crítica y de ganas para
ello. Acostumbrados a que nos expriman el zumo político y económico durante tantos años, todos damos golpes en la mesa cual Álvaro Ojeda para ver si así la gente
nos hace la ola.
Siento ser yo el que se lo diga, pero llega una etapa de
cambio, en la que debemos debatir con la premisa de escuchar al contrario y
valorar lo que expone, ya que somos muchos y pensamos diferente. Siento ser yo
el que los despierte si aún dormían, pero este país y el mundo en general se
enfrenta a una de las etapas más importantes desde hace ya muchos años y creo
que ya va siendo hora que nos levantemos del sofá y empecemos a demostrar que
nuestro cráneo de verdad está protegiendo algo de valor. Las discusiones están
para mostrar puntos de vista diferentes y podemos tener o no razón. Esa es la
gracia de la película, si todo el mundo estuviera de acuerdo, seríamos maquinas
perfectas diseñadas para llegar a un destino concreto, pero no es así. Por
ello, sólo espero que la sociedad ponga de su parte y los debates se recuperen
del estado crítico en el que se encuentran. Recuerden, todos cometemos errores.
Saludos y muchas gracias. Daniel Díaz S.
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