viernes, 9 de diciembre de 2016

Todos Cometemos Errores

Realmente no sé cómo voy a titular esta entrada, aunque sí sé de lo que quiero hablar. Últimamente hay debates en los círculos más cerrados, donde cada vez más por desgracia, se tiene cierto recelo a compartir opiniones diversas manteniendo un tono educado y dando argumentos que sostengan nuestro punto de vista. Desde hace un tiempo, se da la tendencia, como estoy haciendo yo ahora mismo, de dar nuestro punto de vista en un espacio más o menos íntimo, sin necesidad de debatir en el momento y sin miedo a la respuesta de cualquier anónimo. Esto ha conseguido dos cosas: primero y como buena noticia, que en estos temas se incluya a mucha más gente interesada en el término; y segundo y no tan buena, que se ha desperdiciado y desperdicia mucha tinta en cuestiones que podrían calificarse como secundarias pero que, sin embargo, ocupan la primera fila en las preocupaciones de la opinión pública. Este problema alcanza a muchos ámbitos de la sociedad, además de a la economía y a la política, aunque serán estos en los que me pararé a analizar.

Por un lado, la economía ha perdido en mi humilde opinión ese tono serio que le podía caracterizar años pasados. Si la crisis ha conseguido acercar el debate económico a la sociedad, tengo que decir que por lo general lo ha hecho de la peor manera posible, me explico. Ante tantos problemas a nivel nacional e internacional, usando la lógica cabría esperar que la opinión pública tratase estos temas con seriedad y delicadeza, tratando de ofrecer una visión objetiva de la situación y dejando al lector libre para que él valore cuál es su punto de vista. En cambio, lo único que vemos son conflictos de intereses entre los medios de comunicación ante el trato hacia diferentes noticias. A pesar de que la subjetividad es algo que es inevitable si hablamos de valorar la información que nos llega, lo que se ha convertido en inevitable para algunos es ofrecer una versión subjetiva de los hechos evitando que la opinión pública pueda valorar de la misma manera la información. Todo ello ha hecho del debate general una continua lucha por ver quién grita más alto y quién pega más fuerte. En eso se han convertido los debates económicos, incluso de auténticos “especialistas” en el término. Todo por dar el último golpe, todo por un eslogan, todo a cambio de que un puñado de personas sin conciencia ni capacidad de contraste te alaben por tus grandiosos dogmas.

Y es que la vida está llena de dogmas inútiles que se desvanecen con el paso del tiempo, porque si de algo está llena la historia, es de lecciones para aprender que no todo vale siempre. Todos nos equivocamos, todos cometemos errores y no reconocerlo demuestra un gran narcisismo por nuestra parte y una gran carencia de argumentos a la hora de debatir. Estas dos sensaciones son las que personalmente me transmiten la mayoría de debates de índole económica que veo a menudo. Pero si en un debate estas sensaciones afloran durante los primeros minutos, no se imaginan cuando se trata de una conferencia donde el ponente muestra sus dotes de persuasión como un pavo real intentando atraer a una hembra para poder reproducirse. Las veo entre varios teóricos y me pregunto qué pensarían los grandes pensadores modernos, acostumbrados a grandes batallas dialécticas por convencer a los gobiernos a adoptar una medida u otra mostrando sólidos datos de su eficiencia. Es necesario decir que nuestro nivel frente a este suceso es inferior frente al de teóricos internacionales. En España lo que ya es el pan de cada día es hablar de Podemos y el comunismo que nos va a matar a todos a base de martillazos o que el Partido Popular no para de robar y tampoco puede gobernar. Y es en este punto donde los debates políticos manchan los debates económicos. Adiós a intentar acercar posturas en base a los programas electorales, a anteponer las virtudes de nuestro proyecto en vez de manchar con demagogia y mentiras las virtudes del contrario, a intentar acercar a la sociedad las posturas tan diferentes que existen de cómo solucionar el enorme problema que tiene nuestro país, etc.… La pregunta que uno debería hacerse es: ¿Por qué? Aunque la respuesta podría ser “Porque formamos parte del problema”, tiene un desarrollo un poco más complejo. Si algo tienen las etapas de crecimiento como la que vivió España antes de la crisis es que la población vive alejada de toda realidad macroeconómica que se ofrezca a revelar que las cosas no se están haciendo bien. Además, nuestra cultura y acercamiento a los debates políticos y sociales es mínima, ya que hemos vivido muchísimos años en un bipartidismo donde lo único que había eran malas palabras durante 4 años de legislatura y un debate antes de las elecciones. Estas dos circunstancias permiten afirmar que España en conjunto no sabe lo que es debatir, ni mucho menos aceptar errores. A este alejamiento (aunque nunca se acercó) de los problemas que realmente atañan a los ciudadanos, cuyos debates ni siquiera se realizaban, se le suma la diversidad política que existe actualmente. Esto permite que personas sin ninguna intención de debatir y su narcisismo asomando por fuera del cuello de la camisa, sean capaces de mostrar dogmas a la sociedad y que algunos de esos ciudadanos se lo crean por carecer de capacidad de crítica y de ganas para ello. Acostumbrados a que nos expriman el zumo político y económico durante tantos años, todos damos golpes en la mesa cual Álvaro Ojeda para ver si así la gente nos hace la ola.

Siento ser yo el que se lo diga, pero llega una etapa de cambio, en la que debemos debatir con la premisa de escuchar al contrario y valorar lo que expone, ya que somos muchos y pensamos diferente. Siento ser yo el que los despierte si aún dormían, pero este país y el mundo en general se enfrenta a una de las etapas más importantes desde hace ya muchos años y creo que ya va siendo hora que nos levantemos del sofá y empecemos a demostrar que nuestro cráneo de verdad está protegiendo algo de valor. Las discusiones están para mostrar puntos de vista diferentes y podemos tener o no razón. Esa es la gracia de la película, si todo el mundo estuviera de acuerdo, seríamos maquinas perfectas diseñadas para llegar a un destino concreto, pero no es así. Por ello, sólo espero que la sociedad ponga de su parte y los debates se recuperen del estado crítico en el que se encuentran. Recuerden, todos cometemos errores.

Saludos y muchas gracias. Daniel Díaz S.

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